
El padre Juan Torres, posa el 23 de agosto en la Iglesia de San juan Diego, con su casulla de la Virgen de Guadalupe obsequiada por los Matlachines de la Catedral de Dallas. Foto: Especial para RC/Ben Torres
En la tradición, sacerdotes reconocen un rico ‘nutriente’ de vocaciones hispanas.
Por Violeta Rocha
Especial para Revista Católica Dallas
DALLAS—Desde los 11 años y gracias a las tradiciones de su natal, Ahualulco, en San Luis Potosí, México, el padre Juan Torres aprendió que danzándole a la Virgen estaba orándole a Dios. Por eso, cuando se sintió agobiado y desorientado, buscó abandonarse “en los brazos de María Santísima” a través de la Danza Matachín. Del agobio y el alivio que vino después, floreció con ímpetu el discernimiento que lo llevó a consagrar su vida a Jesús.
Por eso no fue extraño verlo estallar de alegría cuando los Matlachines de la Catedral de Dallas danzaron el pasado 6 de junio, mientras celebraba su primera Misa como sacerdote diocesano.
Su alegría desbordaba por los ojos y parecía combinar perfectamente con el fulgor blanco de su casulla, decorada con la imagen de la Virgen Morena y obsequiada por el mismo grupo de danzantes con los que bailó en su juventud, cuando llegó a Dallas y se integró a la vida parroquial en Catedral.
“Desde niño he plasmado mi fe en la danza”, explicó el hoy vicario de la Iglesia de San Juan Diego y quien sintió motivación por hacerse matachín viendo el ejemplo de su hermano mayor, que danzaba cada 2 de febrero en México para la Virgen de la Candelaria.
“Veía a otros pequeños que danzaban muy bien y decía: ‘me gustaría danzarle a la Virgen’”, recordó.
Fue en un momento turbulento de su vida cuando decidió integrarse al grupo de Matlachines de la Catedral. Tenía 23 años.
“Estaba pasando un tiempo difícil y era porque estaba ignorando el llamado al sacerdocio”, recordó. “María vino ayudarme porque se lo pedí”, agregó.
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