
Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Quizás, para muchos de nosotros, el año pasado nos ha parecido un tiempo cuaresmal extremadamente largo, lleno de penitencia forzada, tristeza, oración y restricciones.
A través de esas dificultades y retos, hemos necesitado desesperadamente un tiempo de esperanza. Ahora, más que nunca, necesitamos la Pascua.
Sin embargo, al celebrar la gozosa noticia de la resurrección de nuestro salvador, también debemos recordar, el sufrimiento y la muerte de Jesús el Viernes Santo. La Cruz nunca puede ser olvidada, ni siquiera en la alegría de la victoria de Cristo, sobre el pecado y la muerte.
También nosotros hemos cargado nuestras cruces, las desoladoras pérdidas del año pasado. Pero, en medio de esas cruces, el Señor resucitado renueva nuestra fortaleza y confianza en que Dios nunca nos abandona.
El don de la resurrección es, en cambio, la victoria sobre todo el mal del mundo. Es la esperanza y la promesa del triunfo que compartimos cuando, a través del sacrificio y la resurrección de Cristo vivimos, con Él, una vida nueva.
Al celebrar a nuestro salvador resucitado y su gracia redentora, esforcémonos por vivir como Él lo hizo; sirviendo al prójimo con amor y generosidad. Alcemos nuestras voces para proclamar como lo hizo el ángel en esa primera Pascua: “Aleluya, Jesucristo ha Resucitado”.
Bendiciones para ustedes y sus seres queridos. ¡Cristo vive! ¡Felices Pascuas!
Cordialmente en cristo,
Obispo Edward J. Burns