HONDURAS – Tan pronto como entró en el área de recepción en el aeropuerto de San Pedro Sula, el guitarrista y cantante Tony Meléndez fue recibido con vítores, abrazos y solicitudes de fotos. Y la fanfarria nunca se detuvo hasta que abordó el avión de regreso a casa seis días después.
El 22 de septiembre, Meléndez y su hermano José, volaron a Honduras en un viaje misionero que tenía dos partes.
Una era ayudar a la comunidad católica de Príncipe de Paz en Plano y a la Catedral de Nuestra Señora de Las Mercedes en El Progreso, Honduras, a celebrar su alianza misionera de 20 años.
El otro era orar, aconsejar y jugar con los estudiantes, maestros y personal de una escuela para niñas y otra para niños, ambas operadas por las Hermanas de María, en las afueras de Tegucigalpa.
En El Progreso, los misioneros del Príncipe de Paz y Meléndez se reunieron con familias que apoyan los programas de conexión de la catedral y más tarde, después de Misa en la catedral, Meléndez tocó en un concierto con lleno total.
Al día siguiente, los misio- neros de Plano y los hermanos Meléndez visitaron una escuela católica, una escuela pública, una escuela para niños con necesidades especiales, un centro de nutrición donde los padres reciben ayuda para cuidar a sus hijos.
También pasaron la mayor parte del tiempo en el Hogar Suyapa, donde residen niños abandonados y que han sido retirados de sus hogares por ser clasificados ‘en riesgo. El hogar cuenta con un fuerte apoyo de la comunidad de Príncipe de Paz.
En casi cada una de las pa- radas, Tony y su hermano, que lo ayuda de diferentes maneras y que opera los sistemas de audio y visuales, transmitieron diferentes partes de sus historias personales:
Hablaron de cómo Tony nació en Nicaragua sin brazos después de que su madre tomara un medicamento llamado talidomida, que le causó defectos de nacimiento.
Contaron como la familia vino a Estados Unidos no necesariamente para encontrar una solución frente al hecho de que a Tony le faltaban sus brazos, sino para arreglarle un defecto en los pies y terminaron establecién- dose en California.
Relataron cómo los niños se burlaban de él mientras crecía y como Tony se mantuvo tranquilo.
Compartieron como Tony aprendió a tocar la guitarra con los pies y cuando su música escaló a otro nivel en el momento en que empezó a cantarle a Dios.
Recordaron cuando fue elegido para tocar para el Papa Juan Pablo II en Los Ángeles en 1987, durante la gira norteamericana del pontífice y cómo el Papa impulsó el ministerio de música de Tony al decirle que quería que continuara tocando y dando esperanza a otros en todo el mundo.
Y precisaron como él y su hermano han viajado a 44 países desde entonces, incluyendo a siete Jornadas Mundiales de la Juventud y cómo han tenido la oportunidad de atraer a más jóvenes a Cristo.
“Quiero decirles que cualquier cosa que quieras hacer en la vida, es posible”, dijo Tony Meléndez. “Mírenme y lo comprobarán”, agregó.
En la catedral de El Progreso, una mujer se sentó cerca del pasillo cerca del altar, con su hija discapacitada en la silla de ruedas junto a ella. Mientras Meléndez cantaba y tocaba, la mujer sostenía la mano derecha de su hija, las lágrimas rodaban por sus mejillas.
“Mucha gente dice que ofrezco esperanza, tal vez sí”, dijo. “Tal vez por eso estoy aquí para ofrecer esperanza para cantar y ofrecer un poco de mi corazón y mi música, la música que no sé cómo Dios me usa, pero sé que él está conmigo y nunca nos abandona. Dios nos ama a todos”.
Tony Meléndez cantó una canción especial para los niños en el Hogar Suyapa antes de subirse a una camioneta con su hermano y viajar cuatro horas al sur a Villa de Las Niñas, la escuela católica para niñas donde la banda de música de la escuela esperaba para conocerlo y darle una serenata. Fue recibido de la misma manera un día después en la escuela para niños, Villa de Los Niños, ubicada a unos 45 minutos.
En ambas escuelas—donde la matrícula es gratuita y la educa- ción es fruto de un modelo que comenzó en 1964 en Corea del Sur y se extendió a seis países— Meléndez tocó en un concierto y luego se unió a los cuerpos estudiantiles en la Adoración Eucarística. Les dijo a los asisten- tes cuánto amaba al Señor y que con el Señor todo es posible.
No solo tocaba la guitarra con los pies, sino que también arrojó algunos Frisbees a la multitud en varias de las paradas y antes de abandonar Honduras, firmó autógrafos para las niñas en Villa de Las Niñas.
“Fue un gran honor para mí escuchar y abrazar a Tony Meléndez porque es una persona que persevera”, dijo Benjamin Antonio Hernández González, un estudiante de la escuela de niños. “Tengo problemas de visión y él me ayudó. Me aconsejó cómo tener éxito, diciéndome que nunca me deprima y que siempre mire hacia el futuro y que tenga grandes sueños y nunca me rinda”.